Primero un dato de archivo para construir presente. Después de sacrificar a tres ministros de Economía y cansado de esperar señales de vida del Plan B.B., el menemismo entregó el país a Washington. El gobierno que entró a la cancha cinco meses antes, porque tenía todas las soluciones en la galera, se cansó de fracasar en su intento por frenar la hiperinflación que nació en la recta final del gobierno de Alfonsín, parida por el golpe de mercado.
A cambio de estabilizar todas las variables y tranquilizar la economía, para después sedar a la política, Menem le dedicó una prueba de amor singular a sus nuevos dueños.
17 de enero de 1991. El presidente le anunció al país que estábamos en guerra, formando parte de las fuerzas aliadas que lideraban Estados Unidos e Inglaterra, contra Irak. El canciller argentino, era Domingo Cavallo. El 28 de enero y después de convertirse en el empleado del mes, Mingo se transformó en ministro de economía para conducir la convertibilidad.
En el marco del nuevo encuadre político-económico que había decidido el gobierno argentino y que Bush había bautizado como “nuevo orden internacional”, nuestras Fuerzas Armadas se habían transformado en sirvientes de la OTAN, la “corporación” militar que pasó a ocupar nuestras islas luego de la victoria británica.
Las dos fragatas enviadas a la zona de fuego, fueron acondicionadas en la isla española de Rota, con equipos de comunicación de Estados Unidos. Desde el 15 de enero patrullaron el Golfo, escoltando desde Omán hasta las costas de Kuwait a los barcos de la coalición.
Después de estar al servicio de la OTAN, la misma que nueve años antes derrotó a las Fuerzas Armadas argentinas en Malvinas, la misma que hundió al Belgrano, la convertibilidad nos dejó sin moneda y por lo tanto, sin país real. Se había puesto en marcha una década de equilibrio imaginario bancado a fuerza de deuda externa, que estalló con furia en diciembre de 2001. Las “relaciones carnales” guardaron bajo siete llaves la soberanía política y la independencia económica.
Argentina 2024. El sueño de militares operando en seguridad interior, es un viejo anhelo neoliberal en democracia. «Amenazas extranjeras» serán las dos palabras claves para cuidar las formas y en un listado que incluirá desde narcotráfico, hasta pueblos originarios, se contemplarán las órdenes de EE.UU. para instrumentar una locura repleta de peligros institucionales.
Milei incorporó como un alumno aplicado, estas dos indicaciones a un decreto que firmará antes del viaje del presidente a Israel, el próximo 5 de febrero.
No se conocen precisiones, sobre los límites que tendrán los uniformes militares en la calle, pero cualquiera sea el alcance de una medida que más o menos se sabe cómo empieza, pero nunca como termina; se revocará la norma de 2006, que establecía que los militares podían intervenir únicamente ante la amenaza de “un Estado” extranjero.
Milei y Petri serán los responsables de sacar la palabra «Estado» y ensancharán peligrosamente la calificación de “amenaza extranjera”.
Washington no quiere aviones chinos. Se impuso el lobby que lideró EE.UU. a pedido de Gran Bretaña, para que Argentina descarte la compra de los aviones chinos J-17, mucho más modernos y con armamento incluido y avance en la compra de 24 unidades dinamarquesas F-16, de origen estadounidense. La operación se hará por 600 millones dólares: 300 por los aviones y 300 por el armamento estadounidense.
¿Por qué a pedido de Gran Bretaña? Porque los aviones chinos representaban un dato clave de defensa, que no podían controlar los ingleses.
Quejas de la Fuerza Aérea Argentina: el mantenimiento de los aviones dinamarqueses es caro y volarlos cuesta entre 10 mil y 15 mil dólares la hora. La falta de fondos para entrenamiento de pilotos, es una fija
Tercer capítulo del enfrentamiento geopolítico con China: el rechazo a los Brics, el acercamiento a Taiwan y no a la compra de aviones.
Nicolás Posse viajó a Estados Unidos para reunirse con funcionarios del Tesoro y el Fondo; pero su agenda guarda un encuentro con la Agencia Central de Inteligencia, “con el fin de afianzar las relaciones bilaterales en la materia”. En castellano, un encuentro para escuchar nuevas órdenes del sheriff.
En su alineamiento directo con Washington, Milei no mide las consecuencias futuras de cada “si señor”. Espera que a cambio, lleguen los verdes necesarios para la dolarización. En ese momento, el sueño de país que nació hace casi 214 años, se convertirá en un protectorado bananero.